Más de 3000 estudiantes de enseñanza básica y media del país, se reunieron en la Usach para participar de la competencia organizada por la Dirección Académica Nacional del Campeonato Escolar de Matemáticas (CMAT).
Blog del estudiante de Pedagogía en Física y Matemáticas en Japón: "Mi nueva vida a sólo 17.000 km de casa"
Hola, soy Juan Pablo Cruz Beltrán, estudiante de 5° año de Pedagogía en Física y Matemáticas en la Usach, y actualmente estoy de intercambio en la Universidad de Akita, al norte de Japón.
Creo que nadie puede prepararte realmente para lo que implica una experiencia como esta, ni para cómo puede cambiar tu vida. Pero si alguna vez tienes la oportunidad, no lo dudes, tómala. Solo ten en cuenta una cosa: no serás la misma persona cuando regreses.
Aún recuerdo que me costó creer que me habían aceptado para ir a estudiar a Japón. No fue hasta que vi la carta de aceptación de la Universidad de Akita que dije: “es real, me voy”. Siempre fue un sueño, y este era el primer paso para lograrlo. Así llegó el día del viaje, y qué día… Me entregaron la visa al mediodía, luego corrí a casa a almorzar, preparé todo lo necesario y partí al aeropuerto para tomar un vuelo a las 19:50. Estoy seguro de que, de no ser por mi pareja y mi madre, habría estado hasta última hora ordenando las maletas.
Salí de Santiago un lunes por la tarde rumbo a Toronto, donde tenía una escala, y luego tomé el vuelo a Tokio. ¿El resultado? El miércoles por la tarde estaba aterrizando en el aeropuerto de Tokio (sí, dos días completos de viaje). Aproveché esa primera tarde para ir a conocer Shibuya. Tomé un tren desde el mismo aeropuerto. ¿Cómo lo logré? Bueno… Mi experiencia en Baquedano y La Cisterna no se compara con el desafío de cambiar de línea en Japón, pero nada que San Google Maps no solucionara. Finalmente, salí de la estación y ahí estaba: la estatua de Hachikō. A unos pasos, el famoso cruce de Shibuya. Fue en ese momento cuando lo asumí: ¡estoy en Japón! Al día siguiente, tomé el shinkansen desde Tokio a Akita. Cuatro horas en tren bala, disfrutando del paisaje y de la comodidad, hasta llegar a la estación y dirigirme a mi dormitorio universitario.
Akita es una ciudad especial. Está ubicada al norte de Japón y, según dicen algunos, “no tiene mucha entretención”. Pero a mí me encantó. Acostumbrado a Santiago y a tener gente por todos lados, Akita tiene un encanto propio: es tranquila, tiene todo lo necesario para vivir y disfrutar, sin sobrepoblación, y lo más importante, permite conocer ese lado de Japón que no siempre se muestra. ¿Para mí? Era el lugar ideal para conocer verdaderamente su cultura y su gente.
Tuve algunos días para adaptarme, ir al supermercado, comprar lo básico y acostumbrarme a mi nueva vida. Éramos mi japonés casi inexistente y yo, contra el mundo. Pero logré adaptarme, aprendiendo poco a poco las frases esenciales. Aunque a veces no nos entendiéramos del todo, nada que el traductor —y mucha paciencia— no pudieran resolver.
Y bueno… vine a estudiar. Las clases, a mi parecer, son maravillosas. Los profesores son excelentes, y cada sesión está perfectamente planificada de principio a fin. Un pequeño detalle: las clases se imparten en inglés y japonés. Para mi sorpresa, mi inglés resultó ser mucho mejor de lo que pensaba, así que eso no ha sido un gran problema. De hecho, acá el inglés se convirtió en mi idioma de confianza para comunicarme con profesores y compañeros. No puedo dejar de mencionar que en todas mis clases hay estudiantes de distintas partes del mundo, además de Japón. Y claro, no podía faltar el chileno y único hispanohablante metido entre tanta gente.
Uno de mis lugares favoritos en la universidad es All Rooms, un espacio dentro del campus donde solo se puede hablar en inglés. Es un lugar donde los estudiantes practican el idioma con distintas actividades cada día. Ahí logré conocer y acercarme aún más a personas de diferentes países, compartir anécdotas, aprender sobre sus culturas y también hablar un poco sobre Chile y la Usach.
Una de las maravillas que siempre quise presenciar en Japón era la temporada de los cerezos en flor. Aunque era tarde para verla en Tokio, llegué justo a tiempo para disfrutarla en Akita. Y si han visto alguna foto o video, debo decir que nada le hace justicia. Toda la ciudad parece salida de un cuento: árboles floreciendo por todas partes, tiñendo las calles de colores. Incluso la universidad, durante una semana, se llenó del rosado de los cerezos. Lo mejor fue el festival en Senshu Park, donde la gente va a compartir, comer y disfrutar entre puestos de comida y juegos, rodeados de flores. Con menos de un mes en Japón, ya estaba completamente maravillado con sus paisajes y la armonía entre la naturaleza y la vida urbana.
No puedo dejar de mencionar las amistades que he hecho, los lugares que he conocido, las historias, los chistes y las anécdotas. Así fue como Akita pasó de ser una ciudad “sin mucha entretención” a ser el lugar donde he disfrutado cosas como jugar pool, recorrer el centro, ir a las máquinas de monedas (de las que tengo que alejarme si no quiero seguir ganando peluches), visitar enormes locales de juegos, jugar bolos, hacer una barbacoa junto a un lago para luego terminar en un karaoke, visitar un acuario al borde del mar y, en el camino, pasar por un monumento declarado Patrimonio de la Humanidad por la Unesco. He probado muchísimos platos deliciosos (¡y aún me falta mucho por probar!) acompañado de un grupo diverso de personas de países como Ucrania, Marruecos, Tailandia, Mongolia, China, Corea del Sur, Alemania, Japón… ¡y más!
A pesar de lo maravilloso que suena, no todos los días son color de rosa. Vivir a 17.000 kilómetros de Chile, lejos de mi familia, amigos y pareja, ha sido un desafío enorme, sobre todo con una diferencia horaria de 13 horas. La soledad, ese viejo conocido que creí haber dejado atrás, ha vuelto a visitarme. Pero he aprendido a convivir con ella. Estar solo en un país donde no hablo el idioma ha sido un impacto fuerte, pero también una motivación para seguir aprendiendo, y hacerlo de forma completamente inmersiva. Aunque no todos los días son buenos, tengo claro que esta experiencia ya cambió mi forma de ver el mundo. Amplió mis horizontes. Donde antes había comodidad, hoy hay desafíos que me impulsan a crecer cada día más. ¿Y quién sabe? Quizás esta no sea la última vez que visite Japón… Porque hasta ahora, cada día me enamoro un poco más de su cultura y su gente.
Instagram: @juanpaa_07
Correo: juan.cruz @ usach.cl
Lee la nota original en el sitio web del Departamento de Relaciones Internacionales e Interuniversitarias.